domingo, 26 de diciembre de 2010

EL ÁRBOL DE NAVIDAD: Origen, leyenda y tradición


Por Mario ALONSO AGUADO, (Mercedario).
(Publicado en el periódico “El Semanal de La Mancha”, 24- XII-2010)

Ante la proximidad de la Navidad, las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades cobran nuevo color, lo mismo sucede con los escaparates de los pequeños comercios tradicionales en muchas de nuestras calles peatonales, o con las entradas a los grandes centros comerciales en el extrarradio de nuestras capitales.
También nuestros hogares, especialmente los comedores y salones de cada casa, se ven inundados de la luz y del colorido procedente de la decoración navideña. Y por supuesto, los templos católicos, siguiendo tradiciones ancestrales y las directrices marcadas por la liturgia propia de este tiempo, aprovechan la Navidad para hacer de ella una catequesis diligente montando Nacimientos vivientes, Portales de Belén, árboles de Navidad, etc.

Algunos, más papistas que el Papa, han querido oponer el árbol navideño al tradicional Portal, como si el primero fuese un elemento laico totalmente ajeno al segundo. Árbol versus Portal, laicismo frente a confesión de fe, paganismo ante cristianismo, pero nada más lejos de la realidad. La bella costumbre de colocar un árbol adornado en el tiempo de Navidad, se encuentra también en bastantes iglesias y, sin lugar a dudas, es una clara referencia cristiana.
El árbol de Navidad, además de simbolizar al invierno o al año nuevo entrante, es al mismo tiempo un signo popular hondamente cristiano. Su origen parte de la idea del “Árbol del Paraíso”, que en estos días especiales de la Navidad apunta a lo más alto indicando que en Cristo se ha cumplido toda promesa y nace la nueva vida del paraíso. En medio de los árboles de hoja caduca, muertos en el frío invierno, el abeto verde se presenta como signo de Cristo, el Viviente, recordándonos que él, nacido por nosotros en Belén de Judá, es el verdadero Árbol de la Vida, aquel del que fue separada la humanidad a causa del pecado del primer Adán.
No podemos olvidar, además, que un árbol fue protagonista de la redención, pues el que venció en un árbol fue en un árbol rendido.
La costumbre de poner árboles de Navidad es relativamente reciente en España, su origen procede de los países nórdicos. Como dije antes, en algunos lugares reemplaza a la venerable tradición latina de poner Belén o Nacimiento. Pero esto no debiera ser así. Ambos elementos no solo no son incompatibles, sino que se complementan perfectamente. Colocar un árbol junto a un Nacimiento nos recuerda que la Redención del género humano, culminada en el Árbol de la Cruz, tuvo su inicio con el nacimiento del Salvador.

La desbordante imaginación popular, que siempre acude a leyendas para tratar de explicar lo prodigioso y admirable, comenzó a contar, a partir de la Edad Media, que en la noche mágica de Navidad no solo entonaron cánticos los ángeles y se alegraron los pastores, sino que toda la creación cobró nueva vida. De ese modo, los animales comenzaron sorpresivamente a hablar y a cantar, las plantas empezaron a florecer como si de una adelantada primavera si tratara; y los árboles dieron repentinamente sus nobles frutos: castañas, avellanas y nueces; naranjas, peras y manzanas; membrillos, granadas y limones; higos, bellotas y aceitunas. La naturaleza entera se desbordaba.
Tan solo el abeto que nunca florece, quedó muy triste, ya que no podía sumarse a la alegría que el cosmos manifestaba ante el nacimiento del Redentor. Por eso, cuenta la leyenda que el Señor tomando en sus divinas manos un manojo de estrellas las arrojó sobre sus estériles ramas, quedando de ese modo alegremente resplandeciente. Prosigue la historia, diciendo que cuando los tres Magos llegaron al Portal de Belén, guiados por una gran estrella, ésta se posó en lo más alto de un abeto cercano, iluminando así el lugar exacto donde nació el Hijo de Dios.
Existía también una piadosa creencia popular según la cual de una semilla del Árbol del Paraíso había nacido otro árbol, de cuya leña, siglos más tarde, se hizo la cruz salvadora del monte Calvario. Por eso, un árbol puesto junto al Belén nos puede recordar, como ya expresé anteriormente, que la Redención comenzó con el nacimiento de Cristo. Pero eso es ya otra historia, para contar más tarde, cuando pase el Carnaval y la Cuaresma. Hasta entonces.

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