martes, 20 de marzo de 2012

De Caifás a Pilato: Cristo es sentenciado a muerte.










...Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suegro de Caifás, el Sumo Sacerdote de aquel año. Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo. Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro.



La muchacha portera dice a Pedro: « ¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?». Dice él: «No lo soy». Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina.



Jesús le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas. ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho».



...Apenas dijo esto, uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: « ¿Así contestas al Sumo Sacerdote?».


Jesús le respondió: «Si he hablado mal, explica lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?».



Anás entonces le envió atado al Sumo Sacerdote Caifás. Estaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: « ¿No eres tú también de sus discípulos?». El lo negó diciendo: «No lo soy». Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: « ¿No te vi yo en el huerto con Él?». Pedro volvió a negar, y al instante cantó un gallo.



De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua. Salió entonces Pilato fuera donde ellos y dijo: « ¿Qué acusación traéis contra este hombre?». Ellos le respondieron: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado». Pilato replicó: «Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley».



Los judíos replicaron: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie». Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir.



Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: « ¿Eres tú el Rey de los judíos?».



Respondió Jesús: « ¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?». Pilato respondió: « ¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?». Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí».



Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?».


Respondió Jesús: «Tú lo dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».


Le dice Pilato: « ¿Y qué es la verdad?».



Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en Él. Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos?».



Ellos volvieron a gritar diciendo: « ¡A ése, no; a Barrabás!». Barrabás era un salteador. Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura; y, acercándose a Él, le decían: «Salve, Rey de los judíos». Y le daban bofetadas.


Volvió a salir Pilato y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en Él».



Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Les dijo entonces Pilato: «Ecce Homo» (que significa Aquí tenéis al hombre». Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: « ¡Crucifícalo, crucifícalo!».



Pilato dijo: «Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo no encuentro ningún delito en Él». Los judíos le replicaron: «Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios».



Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más. Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: « ¿De dónde eres tú?». Pero Jesús no le dio respuesta. Le volvió a preguntar Pilato: « ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?».



Respondió Jesús: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado».


Desde entonces Pilato trataba de librarle. Pero los judíos gritaron: «Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César».




Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado el Enlosado, en hebreo Gabbatá. Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dijo entonces Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro Rey». Ellos gritaron: « ¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!».



Les dice Pilato: «¿A vuestro Rey voy a crucificar?». Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César». Entonces se lo entregó para que fuera crucificado...




Jesús es conducido de un sitio a otro, abandonado, negado, azotado, humillado... toda una noche solo.


Solamente tenía en mente su Fé en Dios, su Amor por todos nosotros, por sus amigos y por los que no lo eran.


Nos quiso dar otro ejemplo más de entrega y de amor infinito.




Que en esa noche de Jueves a Viernes Santo, mientras estemos procesionando pensemos en nuestro interior, que se produzca ese silencio que nos ayude a oir lo que el Señor pretende de nosotros. Escuchemos ...

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