viernes, 15 de junio de 2012

Valladolid está en deuda con Gregorio Fernández

VALLADOLID y GREGORIO FERNÁNDEZ:
Valladolid está en deuda con la memoria y el recuerdo de su gran escultor.
Si es cierto que últimamente se han realizado y programado actividades para recordarnos su figura y su extraordinaria producción artística.: Exposición organizada por la Junta de Cofradías de Semana Santa en 2008 y un Congreso sobre él, en ese mismo año, promovido por la Cátedra de Estudios de la Tradición (U.V.A), han sido ejemplo de ello.   Aún así Valladolid, ciudad en la que pasó practicamente toda su vida no ha saldado su deuda para con el maestro de maestros y el gran creador de modelos del Barroco español.
Los Vallisoletanos del XIX, que trataron de fomentar su imagen debatiendo propuestas e ideas, finalmente las dejaron en el olvido. No recuperaron ni salvaguardaron sus restos del Convento del Carmen, ni se hizo el monumento propuesto, ni la lápida en su memoria. Hoy todavía es posible recordarle en Valladolid. Pues como dice el refrán: "Nunca es tarde si la dicha es buena".
GREGORIO FERNÁNDEZ (Sarria (Lugo) 1576 – Valladolid 22 de Enero de 1636).


Gregorio Fernández eclipsó la obra de otros artistas del momento y consiguió que durante un espacio de tiempo (1600 – 1635) la escultura fuese el arte más valorado en Valladolid y en España.
Este esplendor se debió en gran parte a que su producción artística iba pareja a la forma de entender la vida de la época y de vivir la religión. Fue, en esa época que le tocó vivir, un cristiano ejemplar, perteneció a varias cofradías, entre ellas a la de la Piedad.

Toda su excelente obra tuvo unos claros destinatarios:
Las 5 cofradías de Semana Santa de Valladolid y por supuesto las órdenes religiosas de ésta y otras ciudades: Carmelitas, Franciscanos, Dominicos, Jesuitas…
Aunque destaca una vinculación especial con la Orden del Carmen, trabajó muy estrechamente con ellas (Calzados y Descalzos) e indistintamente para conventos masculinos como femeninos.

Tuvo una gran relación con el Padre Orbea, provincial de Castilla y prior del Cto del Carmen Calzado de Valladolid. Además Gregorio Fernández vivió muy cerca de dicho Convento, en la esquina de la Calle San Luis con la Acera de Sancti Spiritus. Esto conllevó a que en 1622 el Maestro escultor adquiriese, tras pactarlo con los frailes carmelitas, una sepultura familiar.
Así pues tras su fallecimiento en 1636 fue enterrado en la capilla del Convento del Carmen.

¿Valladolid hizo lo posible por recuperar su memoria?

No está muy claro dónde estuvo ubicada dicha tumba, Manuel Canesi dice que “estaba junto a la pila del agua bendita” por lo que se deduce que debía estar muy próxima a la entrada de la Iglesia Conventual.
Otro autor, Matías Sangrador, la ubica al lado de la Capilla Mayor.
Y Floranes la coloca junto al “pilar toral del Evangelio”, numerándola como la tercera donde aparecía la siguiente inscripción:

“Esta sepultura es de Gregorio Fernández esculptor y de María Pérez su mujer y sus herederos y sucesores año de 1622… Y ahora es de D. Francisco del Nogal y Doña Teresa de las Dueñas y de sus herederos. Año de 1721”

García Valladolid recoge esta inscripción. Pero desgraciadamente tras la exclaustración y conversión del convento en Hospital Miliar la tumba del Maestro del Barroco se perdió para siempre.
Si se salvó de esta desafortunada pérdida la lápida de la tumba y el retrato del escultor. La primera se puede contemplar en el Museo de Valladolid;  el segundo, que se hallaba en el Convento del Carmen, actualmente está en el Museo Nacional Colegio de San Gregorio.
Esta pintura debió estar situada en la Capilla de Nª Sª del Carmen. Ponz así lo afirma “estaba en la pared del crucero que corresponde al altar de Ntra. Sra. del Carmen”. Llegando a compararlo a obras de Velázquez, ya que  fue pintado por un gran pintor Vallisoletano Diego Valentín Díaz, alcalde y cofrade de nuestra hermandad.
Floranes también apunta este dato diciendo:

“…en la capilla de Nª Sª del Carmen inmediata al Evangelio hay un cuadro de hombre con golilla y pelo tendido de media talla y un letrero que dice: Gregorio Fernández insigne escultor natural del Reino de Galicia, vecino de Valladolid en donde falleció con grandes créditos de su habilidad y murió el año de 1636 a los setenta de su edad”

Este cuadro se salvó de los franceses gracias a D José Berdonces quien lo custodió en su casa hasta que en 1818 pasa a la Academia de la Purísima Concepción. Posteriormente los Carmelitas no lo reclamaron.
Se intentó años después recuperar sus restos y realizar una estatua o monumento en su honor:

“7 de Noviembre de 1848… se manifestó elevar un monumento a la memoria del insigne escultor Gregorio Fernández cuyos restos yacen sepultados en una de las capillas del Carmen Calzado… La Junta aprobó la idea…” presentándose un proyecto.

El 26 de Mayo de 1849 se propuso trasladar sus restos a la Plazuela del Museo y realizar allí el monumento. Pero al ser lugar público y profano se propuso un nuevo lugar, la Capilla del Palacio Real. Siendo bien acogida la idea desde la propia corte.
Pero al surgir dudas sobre la autenticidad de los restos y dónde estarían ubicados hace que esta idea se aplace.
Poco después se pensó en trasladarlos al Panteón Nacional, pero se empezó a debatir en el Valladolid de la época si Gregorio Fernández era merecedor de tal distinción por no ser un escultor contrastado.

En 1869 Se propuso un nuevo lugar, establecer un Panteón provincial en San Pablo y llevar allí sus restos. Sin éxito también, proponiéndose ubicar una lápida conmemorativa en su casa, que según los planos del momento correspondían con la que hacía esquina en la calle San Luis con la Acera de Sancti Spiritu. Hecho que tampoco se dio por no saber con certeza si la casa que se decía era realmente la del maestro escultor. Aunque si había alguna inscripción en la fachada que decía “aquí se hacen santos”.

El proyecto se abandona de nuevo, retomándose de nuevo en 1874 por el Ayuntamiento de Valladolid. Ahora se proponía ubicar lápidas conmemorativas en las casas de Berruguete, Gregorio Fernández y Juan de Juni. Actualmente sólo contemplamos la de Berruguete, en la fachada de su casa. Y los restos de Juan de Juni, al parecer, se encuentran en el Cto de las Dominicas de Santo Domigo de Guzmán.
En 1920 se recuerda por parte de la Junta de la Comisión de Monumentos que se va a derribar la iglesia del Carmen, indicando que aunque no se trata de un monumento de interés artístico, si lo tiene por contener los restos de Gregorio Fernández:

“30 de Abril de 1920: …y como esta allí enterrado, se desconoce el sitio exacto por haber desaparecido la capilla que lo cubría, no hay remedio de exhumarla para llevarlos a un lugar piadoso o de decoroso respeto, y de derrumbarse la Iglesia irían tan valiosos restos con los escombros".

Gregorio Fernández, el gran escultor del Barroco sin duda alguna, no tiene un lugar destacado en Valladolid, (sóle es recordado por una calle y un instituto) ciudad donde dejó su gran legado artístico.
Iniciativas, propuestas, proyectos, no vieron nunca la luz.


Hoy en pleno siglo XXI nos vanagloriamos de que Gregorio Fernández realizó una gran labor artística en madera policromada y presumimos de ello con nuestra Semana Santa y un sin fin de obras, retablos, esculturas, ...  No estaría de más una simple lápida en su recuerdo y en su memoria en algún lugar de la ciudad, ya que sus restos se perdieron para siempre.




lunes, 11 de junio de 2012

El Corpus en Valladolid


EL Santísimo saliendo de la S.I. Catedral

Cientos de personas han acompañado esta mañana en la Procesión del Corpus Christi que ha salido de la Catedral, al son de los acordes del Himno Nacional,  pasadas las 12:00 horas de la mañana. Niños vestidos de primera comunión, representantes de las distintas cofradías vallisoletanas, (penitenciales, sacramentales y de gloria), entre ellas la de Sagrada Cena, (con sus estandartes, cofrades revestidos con su hábito y su banda de cornetas y tambores) y Sacerdotes de la Diócesis junto con el Arzobispo de Valladolid han protagonizado este tradicional cortejo que recorre las calles de la ciudad.


La amenaza contínua de lluvia no ha impedido una máxima afluencia de público a esta procesión. Antes de salir a las calles, se ha celebrado una solemne Eucaristía presidida por el prelado de la Archidiócesis. El templo catedralicio estuvo abarrotado de fieles.

Fuente: El Norte de Castilla.







Lucido altar, en la esquina de la C/ Santiago.

miércoles, 6 de junio de 2012

El Venerable mercedario Fray Gonzalo Díaz



Cuadro Mercedario

UN ARTE AL SERVICIO DE LA SANTIFICACIÓN
El retrato del Venerable Fray Gonzalo Díaz (┼ 1618)

EL VALLADOLID DEL AYER
Me considero un soñador de ayeres, a menudo sueño con ese Valladolid del ayer cuando su amurallado trazado urbano, repleto en sus calles de monasterios, conventos, iglesias de alzadas torres… de nobles fachadas palaciegas o de distinguidos Colegios Mayores, la hacían merecedora de ser llamada “La Florencia de Castilla”. Lástima que todo este ingente patrimonio histórico-artístico vallisoletano haya sido injustamente tratado por la historia. En diversos momentos adversos, que están en la mente de todos, las señas de identidad de la ciudad se vieron sometidas a una nefasta y generalizada destrucción masiva. En el caso de los conventos, unos, en el mejor de los casos, pasaron a ser cuarteles, hospitales o museos; otros corrieron peor suerte, fueron expropiados, expoliados y destruidos. Estos derribos decimonónicos configuraron un nuevo diseño urbano: los ensanches; de este modo, la burguesía emergente logró novedosos trazados en calles y plazas. El derrumbe llegó a afectar a barrios enteros, a construcciones señeras, basten como ejemplo los dos conventos mercedarios desaparecidos. Todas estas circunstancias motivaron que Valladolid alcanzara, en el siglo XX, un desatinado record “guiness”: tras de la ciudad alemana de Dresde, devastada por los bombardeos de la II Guerra Mundial, fue la ciudad europea que sufrió la mayor destrucción de su patrimonio.

FRAY GONZALO DÍAZ:
Con todo, por fortuna no todo está perdido. Desde que llegué a Valladolid he localizado bastantes piezas artísticas que han pertenecido a la Orden de la Merced, en sus dos ramas: calzada y descalza. No hace mucho, “descubrí” en una exposición un retrato que me llamó gratamente la atención. Me estoy refiriendo al lienzo pintado al óleo, titulado “Fray Gonzalo Díaz dando de comer a los pobres” (265 x 205 cm), considerado de autor anónimo y datado hacia 1700. Una leyenda en la franja inferior del lienzo refiere: Retrato del limosnero y venerable Pe F. Gonzalo Díaz Religioso Lego, de cuias informaciones echas para su beatificación, Ante el yllmo Señor D. Bartolomé Lobo Guerrero Arzobispo de Lima, consta entre otros muchos milagros… describe cinco, que comentaremos más adelante y termina diciendo, Murió en las Indias en Santiago de Chile, Año 1618. Pero, ¿quién era en realidad este religioso mercedario llamado Fray Gonzalo? Dos fuentes biográficas nos lo pueden aclarar: Vida del siervo de Dios V.P.Gonzalo Díaz de Amarante, del P. Felipe Colombo, publicada en Madrid en 1678, y una semblanza que le dedicó el insigne historiador Guillermo Vázquez en nuestra revista La Merced, en diciembre de 1932, y recogida posteriormente en Mercedarios Ilustres, Madrid 1966. Este venerable mercedario nació en Portugal, concretamente en Barral de Campos, en la diócesis de Oporto, a una legua de Amarante. De espíritu aventurero, viajó hasta Cádiz donde se hizo marinero en los galeones de Castilla, navegando muchos años en la carrera de las Indias. En el navío ejerció el oficio de sacristán al tiempo que sobresalía por su caridad y ayuda para con todos. En un primer naufragio fue socorrido por los mercedarios de Santo Domingo; en un segundo, arrojado a las costas de Veragua, tras un tiempo vagando de un lugar para otro, determinó ingresar en el convento de la Merced del Callao, puerto principal de entrada al Perú. Tomó el hábito como lego en Lima, el 16 de octubre de 1603. Profesó el 18 de octubre de 1604. Primero le dedicaron a la agricultura, distinguiéndose por el buen trato que dispensaba a los esclavos negros. En 1605 le encargaron la portería del convento. Desde ella socorría a los necesitados desplegando una gran actividad como limosnero con los pobres y enfermos. En Lima trabó amistad con un paisano suyo, Antonio Correa, un portugués judío converso que años más tarde ingresaría como mercedario descalzo en España, concretamente en Osuna, Sevilla, tomando el nombre de Fray Antonio de San Pedro y muriendo también con gran fama de santidad. En 1607 fue destinado a Callao, pero nunca perdió su contacto con Lima. En aquella ciudad fundó la cofradía de la Merced y vivió muy humildemente, siendo inmensamente estimado por sus contemporáneos y realizando gran cantidad de prodigios y milagros. Murió el sábado 27 de enero de 1618, en el convento del Callao, y no en Chile como figura en este cuadro. Dada su fama, varios maestros pintores limeños sacaron diversos retratos a su cadáver. Después del terremoto de 1746 su cuerpo reposa en la Merced de Lima.

EL CUADRO EN EL MUSEO DE SAN GREGORIO:
La pintura que venimos comentando perteneció al antiguo Convento de la Merced Calzada de Valladolid, y hoy se custodia en los fondos del Museo Nacional de Escultura de esta ciudad castellana. Sin duda, su realización está íntimamente unida a la apertura del proceso de beatificación y canonización de Fray Gonzalo. Es un arte puesto al servicio de la santificación y glorificación del mercedario portugués. A los tres años de su muerte ya estaba concluido el proceso ordinario para la canonización, y el arzobispo Bartolomé Lobo colocó su cuerpo en un altar. Pero los decretos de Urbano VIII obligaron a ocultarlo nuevamente. El lienzo es, desde el punto de vista iconográfico, una muestra de la santidad de vida del mercedario, de su entrega a los demás realizando una de las obras de misericordia: dar del comer al hambriento. En el plano inferior o terrenal aparece Fray Gonzalo a la derecha de la Virgen, a la izquierda del espectador, postrado de hinojos y revestido con el hábito de la Merced, incluyendo la magna capa, apenas se atisba el escudo mercedario en el pecho. El fraile limosnero ofrece los panes, que recibe de María, al grupo de menesterosos que acuden ante él. Destacan las figuras más cercanas, por la claridad de sus vestimentas y por la movilidad de sus gestos, que dan vitalidad y credibilidad al conjunto. En el plano superior o celestial, la protagonista máxima es la Virgen de los Ángeles, sedente sobre una nube y coronada de estrellas. Su túnica roja indica su humanidad y su manto azul la muestra revestida de divinidad. Ella se preocupa con amor de Madre para que a sus hijos no les falte el sustento. A su lado un par de ángeles hacen de intermediarios entre cielo y tierra, de mediadores en la donación de los panes, un símbolo plenamente eucarístico, alimento que perdura hasta la vida eterna. Remata la composición una serie de cinco cartelas, a modo de viñetas de cómic. En ellas se muestran, de manera plástica, cinco escenas que se corresponden con los cinco milagros citados en la leyenda inferior del cuadro. Visionados de izquierda a derecha, de arriba a bajo, para finalizar en el del centro. Uno: haberse hallado a un tiempo en diferentes partes por socorrer necesidades muy graves. Dos: haber apagado un fuego de mil quintales de braza. Tres: haber penetrado las paredes por impedir una muerte violenta. Cuatro: haber sanado los enfermos que visitaban su sepulcro. Y cinco: ser el común sustento de los pobres alcanzándolo de mano de Nuestra Señora de los Ángeles.

Estamos ante un lienzo que muestra un tipo de santidad muy de acorde con el modelo que auspició el Concilio de Trento. Expresión palpable de la mentalidad del barroco y de la Contrarreforma, de una época marcada por una religiosidad extremadamente fuerte, donde la creencia en los milagros y en las supersticiones era muy frecuente. Un arte plenamente propagandístico y devocional, doctrinal y catequético, puesto al servicio de una pretendida exaltación de la Merced, Orden que tuvo un gran protagonismo en la colonización y evangelización del Nuevo Mundo, pretensión lograda mediante el enaltecimiento de la santidad de vida de uno de sus religiosos, de Fray Gonzalo Díaz de Amarante.

Fray Mario Alonso Aguado (O. de la Merced, Valladolid)

lunes, 4 de junio de 2012

El Corpus Christi: fiesta de precepto en la Piedad

La Piedad a lo largo de su historia siempre acompañó al Santísimo Sacramento en la procesión del Corpus por tenerlo establecido en su Regla.

“…Se trató sobre la procesión del Corpus Christi, y como todos los cofrades tenian la obligacion de acompañar sus estandartes por estar en los principios esta cofradia...”. Por tanto era de obligado cumplimiento, para los cofrades, el acudir a dicha procesión para alabar a Jesús Sacramentado.

Además tenía por norma realizar en ese día un Cabildo de Regla, además de acoger a los nuevos cofrades inscritos.

En ese mismo año también se trataron otros particulares para que la Cofradía acudiera con mayor solemnidad y gran devoción a esta procesión, así por ejemplo en el Cabildo de 18 de Mayo de 1.630 se mandaron realizar 150 varas para las procesiones de Semana Santa y para acompañar en el Corpus:

“...que se agan 150 baras plateadas...se acordó que se yçiesen çiento y cincuenta baras plateadas para las proçísiones y acompañamiento questa cofradia ace y en particular para el dia del Corpus atendiendo a la mucha gente que cada dia que sale esta Santa Cofradia acude a los Cabildos y acompañamientos...”

Una nueva referencia para preparar esta procesión se vuelve a dar el 27 de ese mismo mes y año, pues se concertó desde el Cabildo de Gobierno de la Hermandad el lugar de reunión y la hora para acudir después a la procesión.

Procesión del Corpus: “... acudiesen todos los cofrades mas lucidos al acompañamiento de los estandartes y al acompañamiento que ntra cofradia tiene obligacion de acer a las 6 de la mañana al mº de mrd en la procesion que el dho conbento ace a la dha ora...”

Era por tanto día de fiesta y de precepto en nuestra cofradía y así se constataba desde la propia Regla de la Hermandad.

El próximo Juves 7 de Junio será el día del Corpus, lo celebraremos el 10, por cambios de festividades y caprichos del destino.
Acudamos a adorar a Cristo a su paso por nuestras calles.