martes, 19 de febrero de 2013

La Merced en Valladolid III.


Escudo de la Merced. (M. Escalona)
Ayer este blog cumplió su cuarto año de andadura, desde aquí nuestro agradecimiento más sincero a todos los que se asoman a esta pequeña ventana para leer las humildes aportaciones que en él se hacen. Gracias de corazón.

Y coincidiendo con ello nos llega la colaboración, siempre interesante, de nuestra amigo Fray Mario, de la Orden de la Merced.
El año pasado, tanto el 31 de Octubre como el 6 de Noviembre, publicábamos sendos artículos de la presencia histórica de la Merced en Valladolid. Hoy Mario nos aporta uno muy interesante sobre este mismo tema y fundamentalmente sobre el artista Miguel Escalona y su obra en la nueva parroquia de la Merced.
Hemos querido enlazarlos porque todo lo que gire en torno a su historia, (que en parte es la nuestra, la de la Piedad, pues de su tronco nacimos), tiene su punto y seguido.

Enhorabuena Mario y gracias por tus artículos. Artículos que por cierto pueden ser leídos en la revista "Caminos de LIberación". 

LA MERCED DE VALLADOLID
El artista Miguel Escalona y sus obras de cerámica Rakú

Mario ALONSO AGUADO, O. de la Merced
Académico y Escritor.

Obra de la Parroquia de la Merced (M. Escalona)
         En el año 1979, un 26 de mayo, eran las seis de la tarde, se inauguraba el nuevo templo y complejo parroquial de Nuestra Señora de la Merced en el barrio vallisoletano de La Victoria. De ese modo, los religiosos mercedarios volvían oficialmente a la ciudad castellana. Entroncaban así con una rica historia que habla de redención y caridad, de estudios e intelectualidad, de arte y espiritualidad, de vida mercedaria entregada hasta el culmen. El viejo convento de la Merced de Valladolid, hoy desaparecido, formaba parte de esas fundaciones leyendarias y míticas que habría hecho tempranamente San Pedro Nolasco, aunque la historia más certera refiere que fue fundado algunos años más tarde, en 1291.

         El Arzobispo Don José Delicado Baeza consagraba el nuevo altar en el transcurso de la celebración eucarística de la Dedicación del Templo. La parroquia mercedaria inaugurada, trazada por los arquitectos Emilio Tejada Alegre y José María del Fraile Galán, lucía en su interior y exterior una serie de obras originales del artista Miguel Escalona. Pero ¿quién fue ese artista? se preguntarán algunos. Miguel Escalona comenzó a ver la luz en 1945, en Aragón, en el pueblo turolense de Santa Eulalia del Campo. Aunque nació allí, él se crió, vivió, se formó, sintió, respiró, amó, creó y fantaseó en Valladolid. La arcilla del campo castellano era moldeada en sus afanosas manos. Los objetos por él encontrados, en anticuarios o ferias de coleccionismo, se revelaban y mezclaban hasta formar una nueva obra, encontrada de nuevo y vuelta a nacer. Ocurrente como pocos, buscador incansable, innovador insaciable y siempre sorprendente  -así lo recuerda y así lo reconoce emocionada, Teresa de la Fuente, su compañera en los diez últimos años de su vida- Miguel reciclaba cuanto encontraba, recuperaba y recreaba espacios con montajes asombrosos. Tradición e innovación, barroquismo y sencillez se daban cita en su personalidad arrolladora, singularidad que proyectó y prolongó en toda su obra. La muerte le sorprendió en abril de 2002.

         He aquí algunos hitos de su trayectoria vital y artística: en 1964 obtuvo el premio de escenografía con la “Maquina de sumar” de Ernold Racie en Pamplona. En 1965 funda, junto a Bartolozzi, Artieda y Häkanson el “Grupo 65”. En ese mismo año viaja a Estocolmo donde se instala durante cuatro años e investiga el hierro, la cerámica… Realizó grandes obras murales y algunas esculturas. En 1969 regresa a España, volviendo  a su querida Valladolid, aquí investiga nuevas técnicas y trabaja con el hierro. De esta época datan algunas de sus esculturas, expuestas tanto en Valladolid como en El Escorial (Madrid). En 1971 asiste al I Curso Libre de Cerámica de Sargadelos, depositando ocho piezas en el Museo Internacional de Escultura. Ese mismo año comienza su pasión, estudio e investigación por el Rakú, técnica tradicional oriental de elaboración de cerámica. Montó un Taller en El Pinar, donde pasó de aprendiz a ser un gran maestro. Sintió un placer singular al manipular la arcilla con ese tratamiento consciente, directo y primitivo, con ese delicado proceso químico en el que se juega con temperaturas bruscas y contrastadas. El resultado final es que los esmaltes, con los que han sido pintadas las piezas, se convierten en metal puro, esto les da esa apariencia vidriada tan característica. En su Taller realizó innumerables murales, con esta técnica, para decorar vestíbulos de diversos bloques de viviendas, cafeterías y pubs, museos de Valladolid, Madrid, Barcelona, Sevilla… y para la Parroquia de la Merced de Valladolid, como veremos más adelante. En 1989 da un giro a su vida, abandona la cerámica y se dedica a montajes e instalaciones de técnica mixta. En 1992 expone con notable éxito “La Rebelión de los objetos” e inicia una nueva etapa en la que su genio creativo construye espacios alternativos: “Roma es Azul”, “La Salamandra”, “El Desierto Rojo”, “XL”. Algunas exposiciones más, en Estocolmo, Helsinki, Oslo, París, Londres, México, New York… y otras esculturas completan su currículum.

 
Sagrario parroquia de la Merced. Valladolid. (M. Escalona)
Volviendo a la Parroquia de la Merced de Valladolid nos encontramos con las obras realizadas por Escalona en Rakú. En el exterior, el monumental escudo mercedario que llena, junto a una amalgama de cadenas rotas a modo de cautividades fragmentadas, todo el frontal de la fachada del templo. En el interior, lo que algunos consideran su obra maestra: La cruz-sagrario repleta de símbolos eucarísticos, en la puerta hallamos el crismón, una espiga, un racimo de uvas y un cáliz. La riqueza iconográfica se reparte también a lo largo y ancho de los brazos de la cruz, en ellos podemos observar el alfa y la omega, un ancla, unas cruces, unas estrellas, unas llaves, una lámpara encendida, una granada o unos peces. Junto al sagrario el candelero de hierro, y flanqueando las paredes del templo las quince cruces del vía crucis. En la comunidad de religiosos mercedarios se guardan otras obras de este gran ceramista del Rakú: la maqueta del escudo mural de la fachada de la Iglesia, un gran pez y un par de palomas. Todas, piezas únicas, fruto de una compleja alquimia en la que han intervenido los cuatro elementos (tierra, fuego, agua y aire). Su apariencia última: tonalidades, texturas, matices y colores fascinantes; nunca repetidos de una pieza a otra, siempre variados, una amplia gama que va desde los rojos metalizados a los craquelados, o de los nacarados a los tornasoles.

El kanji (ideograma, equivalente a palabra) Rakú, en su idioma original, significa tranquilidad, pero también placer, diversión, contento, gozo, y en efecto, la visión de las obras de Miguel Escalona, ha de ir acompañada de una atmósfera favorable para que dicha contemplación pueda ser sobria y sosegada, muy al estilo de Castilla, pero caracterizada al mismo tiempo por un espíritu de gozo y libertad, que sea un verdadero deleite para los sentidos

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