martes, 16 de abril de 2013

Dos Presos y Artistas.


DOS PRESOS POLÍTICOS, ARTISTAS,
Y SUS PINTURAS MERCEDARIAS EN SENDAS CÁRCELES ESPAÑOLAS

Mario ALONSO AGUADO

             La advocación mariana de la Merced o de las Mercedes, nacida en la Edad Media, experimentó un notable auge en la posguerra española. Tras finalizar la contienda de 1936 surgieron agrupaciones de ex-cautivos que crearon nuevas cofradías y hermandades, muchas de ellas de carácter penitencial, que fueron puestas bajo el patrocinio de la Madre Redentora. 

Pintura de la Cárcel de Burgos.
Por otro lado, la Virgen de la Merced, nombrada oficialmente patrona de las prisiones (en 1939), era invocada por los presos que ansiaban libertad dentro de los muros carcelarios. Existía, y aún existe hoy en determinados lugares, la costumbre de liberar a un preso con motivo de las fiestas de la Pascua. En medio de solemnes procesiones de la Semana Santa alguna cofradía o hermandad, de marcado carácter mercedario, se encarga de llevar a cabo este acto liberador.
            A continuación presentamos dos casos curiosos, representativos de una época, exponentes claros de una mentalidad en la que operaba una falta de libertad y un control férreo sobre las ideas. Se trata de dos presos políticos, artistas ambos, que en pleno franquismo decoraron con pinturas murales, de temática mercedaria, las cárceles de Barcelona y de Burgos. Uno es andaluz; el otro, vasco.

1. Barcelona: Helios Gómez y la Capilla Gitana de la Virgen de la Merced.
            Gitano, andaluz, trianero, poeta, anarquista, celebrado cartelista e imaginativo muralista; todo esto, entre otras cosas, fue Helios Gómez Rodríguez, artista nacido en el barrio de Triana, en Sevilla, el 27 de mayo de 1905. Los numerosos años pasados en la cárcel le pasaron factura quebrantando su salud, murió en Barcelona el 19 de septiembre de 1956. Su obra es fiel reflejo del mundo social, cultural y político que le tocó vivir, aclamado y apreciado dentro y fuera de España. Jean Cassou ya opinó sobre él : “Es artista por ser revolucionario y revolucionario por ser artista, ambas caras se unen y engarzan en una misma persona: en un gitano joven. Sentimiento y fogosidad. Para él, pintura, vida y lucha es lo mismo. Va a la cárcel por dibujar”. 
En 1950, preso en la Cárcel Modelo de Barcelona, a instancias del P. Bienvenido Lahoz, mercedario capellán de prisiones y profundo pensador, decoró con pinturas murales la celda número 1 del primer piso en la cuarta galería. El artista pintó en las paredes una bella imagen de la Virgen de la Merced con rasgos agitanados y morenos, lo que valió a la estancia el sobrenombre de “Capilla Gitana”. La Virgen porta al Niño Jesús, éste agita en su mano derecha un molinillo de viento, signo inequívoco de libertad.  La genialidad de Helios aprovechó el encargo del capellán mercedario para denunciar la persecución y genocidio del pueblo gitano y reivindicarlo como nación histórica, equipando además el genocidio étnico con el ideológico. Para conseguir su objetivo, además de los rasgos calós de la Virgen, puso los mismos tonos negros y agitanados en los rostros de los presos y de los ángeles que le acompañan. Ángeles que danzan libremente al son de la guitarra, de la pandereta  o de las castañuelas; ángeles negros en clara alusión a la canción antirracista Angelitos Negros, popularizada en 1947 por el cantante cubano Antonio Machín: “Siempre que pintas iglesias / pintas angelitos bellos / pero nunca te acordaste / de pintar un ángel negro.”

Lamentablemente, hoy ya no podemos gozar de la visión de la Virgen de la Merced de Helios,  a no ser por viejas fotografías. Ya en 1960 quedó censurada y tapada la parte inferior, donde aparecían los penados. Y en 1998, aduciendo “razones de higiene”, una capa de pintura blanca la cubrió totalmente. Ahora diversas plataformas ciudadanas y distintas asociaciones culturales piden a gritos la restauración de las pinturas, de este corpus poético de resistencia y militancia.

2. Burgos: José Sarriegui y la Capilla Sixtina de la Libertad.
Culto, talentoso, rebelde y nacionalista, así recuerdan algunos a José Sarriegui Aldanondo; nacido en Ordizia (Guipúzcoa) en 1911. Su obra pictórica ha trascendido fronteras. Emparentado artísticamente con Arteaga, gozó de la amistad del escultor Jorge Oteiza y del pintor Nicolás Lekuona, representantes, todos ellos, de la nueva corriente artística procedente del País Vasco. En la Guerra Civil no dudó en alistarse como gudari del gobierno vasco, participando en el batallón “Amayur”. Tomó parte en algunas de las batallas del frente norte, capturado y juzgado sumariamente en 1937 fue condenado a la pena de muerte como autor de un delito de rebelión con agravante de peligrosidad. Conmutada la pena salió en libertad en 1943 y se instaló en Bilbao, allí pudo seguir con su pasión por la pintura, hasta que falleció en aquella ciudad en 1967.

Pintura - Cárcel de Burgos
            En 1942, estando interno en el Penal de Burgos, realizó once grandes pinturas de temática religiosa, teniendo como eje central a la Virgen de la Merced, con San Pedro Nolasco y los principales santos mercedarios. Junto a ellos: la Última Cena, la Coronación y apoteosis de la Virgen, la Anunciación, el Nacimiento de Cristo, la Sagrada Familia, la Oración en el Huerto, los Cuatro Evangelistas… En estas obras se aleja un tanto del estilo renovador y vanguardista que había caracterizado su obra anterior ya que debió ajustarse a los cánones estéticos solicitados, tanto por la autoridad penitenciaria como por las Hermanas Mercedarias de la Caridad que atendían la prisión. A pesar de todo, Sarriegui volcó en estas pinturas toda su formación clásica logrando un conjunto uniforme y valioso: pensemos en los pliegues de los hábitos mercedarios pintados, en las expresiones contenidas de los rostros de los santos, en el sosiego que transmiten sus figuras, en la acertada y estudiada composición, en el cromatismo de estas imágenes casi naïf… Como bien señala Ignacio Alonso Erraste, su biógrafo: “La obra, valorada en su concreto momento histórico y personal, presenta gran interés. El crítico o estudioso haría mal en valorar este trabajo de un modo aséptico, sin reparar en su contexto y ubicación. Un contexto personal complejo, unas directrices determinadas, un control exhaustivo, una persona privada de libertad, unos materiales pésimos, unas condiciones de trabajo nefastas, un estado físico deplorable, una pérdida de visión y de tacto, entumecimiento generalizado, y en concreto, dedos y manos atrofiados por la humedad que no responden con la mínima destreza a las órdenes de un cerebro también en horas bajas, son variables que deben ser tenidas en cuenta para apreciar este proyecto mural.”

Ahora, la antigua capilla cobra nueva vida al haber sido reconvertida en la sala de reuniones y juntas de la cárcel burgalesa. Recientemente un interno artista, que prefiere permanecer en el anonimato, ha restaurado con mimo y maestría el conjunto de pinturas, logrando una estancia agradable y luminosa. Diversos medios de comunicación social de la ciudad de Burgos se han eco de la restauración de los murales, valorando el conjunto de las pinturas, y no han dudando en denominarlas como “Capilla Sixtina de la Libertad”.
            

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