jueves, 18 de septiembre de 2014

El último viaje de una Reina.

MUERTE Y ENTIERRO DE ISABEL LA CATÓLICA
Por Ricardo Sendino (Cronista oficial de la Villa de Medina del Campo)



A continuación se publica un artículo referente al entierro de la reina Isabel la Católica entresacada de la página web: http://www.delsolmedina.com/VCentenario28 y realizao en 2004 por Ricardo Sendino. La Reina, sin duda alguna, es un personaje que sigue estando muy de actualidad, ya no sólo por la serie televisiva "Isabel", sino por su proceso de beatificación.
El próximo 26 de Noviembre de 2014 se cumplirán 510 años de su fallecimiento en la casa-palacio de la Plaza Mayor de Medina del Campo.

Este es el artículo que en 2004 publicó el cronista de Medina:


Ruta que siguió el ferétro de la Reina Isabel 
Está ya próximo el día 26 de noviembre de 2004, en que tendrá lugar, la celebración del 5º Centenario de la ejemplar muerte de la Reina de Castilla doña Isabel de Trastámara, conocida por la Historia como Isabel la Católica.
 Eran sobre las doce del mediodía cuando expiró la Reina "fundadora de España y madre de América".
Preces entre llantos y la celebración de la primera "Misa corpore insepulto" en el oratorio de la casa-palacio que los reyes de Castilla poseían en la ferial y amplia Plaza Mayor de la Villa medinense, sobre su "acera del portillo o potrillo", presidida por el atributo del rey don Fernando, seguida por los preparativos cortesanos para el traslado del regio cadáver hasta la lejana Granada, según había dispuesto en su Testamento, modelo de prudencia cristiana devoción santa.

El cortejo fúnebre de Isabel la Católica estuvo compuesto por más de 200 personas que recorrieron en 19 días la distancia entre la ciudad en que murió la monarca, Medina del Campo, hasta Granada, cumpliendo la última voluntad de la reina castellana y pasando penurias y calamidades como dejan constancia las crónicas de la época.
Largo y accidentado entierro desde esta Medina del Campo, su Villa "Muy Noble, Leal y Coronada", hasta la granada que por ella conquistada y cristianizada doce años atrás.
Salieron, pues, los restos mortales de la Reina Católica revestidos con el burdo y penitencial hábito franciscano austero, pero fuerte ataúd, por el cual "con una cama para asentar las andas, cobró novecientos setenta maravedíes el maestro de obras de carpintería de Palacio". El ataúd y sus andas portado inicialmente por sus fieles criados y camareros y rodeado por un gran número de "damas y caballeros junto a sus más fieles servidores y miembros de la Corte", que le escoltarían hasta la ciudad de Granada, "sin detenimiento alguno" como la Soberana dispuso en su última y real voluntad.
Ya en las horas que precedieron a su cristiana y ejemplar muerte, la cerrazón de los cielos aberruntaba fuerte temporal, por lo que se hubo de forrar el ataúd con "cueros de becerro y una fuerte funda encerada".
Según los Cronistas, el aguacero y truenos iniciales se transformaron pronto el diluvio obscuro y tenebroso, y así "diluviando transpusieron los puertos, entre rayos y truenos, dejando atrás, rápidamente, Arévalo, Carceñosa, Ávila, Cebreros y Toledo..." porque no solamente era el Reino todo el que únicamente lloraba, sino la Naturaleza también manifestaba su dolor y duelo.
15 de Julio de 2004, unos 400 participantes de la Ruta Quetzal simularon el cruce del río Guadalquivir que hizo en 1504 el féretro de la reina Isabel I de Castilla, a su paso por Mengíbar (Jaén), para cubrir el trayecto entre Medina del Campo (Valladolid), donde murió, y Granada, donde fue enterrada.

Según informaron a Europa Press fuentes del Ayuntamiento de Mengíbar, esta actividad, que cuenta con la organización del Ministerio de Medio Ambiente a través de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), se llevará a cabo a las 8.00 horas en las zona conocidas como El Piquillo y Paso de la Barca. El traslado de una orilla a otra del río se realizará con barcazas que transportarán a varios grupos de participantes, procedentes de todo el mundo. A continuación, visitarán el término municipal, ya que el cadáver de la Reina Católica fue velado en la iglesia de San Pedro Apóstol de Mengíbar.
Este acto se celebró en conmemoración del V centenario de la muerte de Isabel I de Castilla, que, tras su fallecimiento el 24 de noviembre de 1504 en Medina del Campo aquejada de unas fiebres, fue trasladada hasta Granada. El cortejo fúnebre se encontró en Mengíbar (Jaén) con un río Guadalquivir "crecido" e "impetuoso" que hubo de cruzarse en balsas, aunque "más de un esforzado caballero tuvo que forzar a nado las arremolinadas corrientes", según cuentan las crónicas de los historiadores.Tras atravesar el río, la expedición prosiguió su camino hasta Granada, ciudad que alcanzó el 17 de diciembre del mismo año.)

Y así continuó el viaje-entierro de la Reina Doña Isabel la Católica. "vadeando ríos y patiquebrando acémilas fueron alejándose de Medina y de Castilla, y así siguió el recio temporal durante los primeros días de aquel obscuro y tormentoso diciembre de 1504; y atravesando Jaén entró el doliente cortejo en Andalucía, que recibió el cadáver de Doña Isabel de Trastámara hecho un mar de lágrimas y dolor, y los cielos siguieron siendo negros y tenebrosos vestidos de luto”.
Según los historiadores que vivieron en aquellos últimos días de noviembre y primeros de diciembre del año de 1504 no conocieron temporal igual al que reinó en dichas fechas, y ya antes de llegar a Toledo tuvieron que cubrir y reforzar el féretro con "dos cueros de becerros, por lo que se pagaron al zapatero Diego de Madrid mil quinientos ochenta y cuatro maravedíes y medio".
Allí, en esta cuidad de Toledo hicieron una breve parada donde "había muchos lodos y los caballeros y regidores que tomaron en hombros el ataúd frente a la toledana Puerta del Cambrón, de donde salió el Cabildo para rezar un responso, y lo llevaron a San Juan de los Reyes", a pesar de que quisieron honrar los restos mortales de la Reina "Fundadora y Fundidora de España y Madre de América", en su bella y amplia iglesia-catedral Primada, pero el horrible temporal que desde la tarde del día 26 de noviembre de aquel triste año de 1504 reinaba en la mayor parte de la Península Ibérica "urgía ganar tiempo"`para que no se hicieran invadeables los ríos e intransitables los caminos.
Ya al pasar por Cebreros, treinta braceros tuvieron que ayudar a vadear el crecido río, lo que hacía presagiar el paso del caudaloso Guadalquivir y parte de su cuenca fluvial alta.
Fueron muchos puentes los que se llevaron y rompieron las ventiscas y torrenteras tremendas, con desbordamientos y avenidas nunca conocidas n la memoria de aquellas generaciones.
Por las localidades de Mengíbar y Espeluy hubo de cruzarse en balsas el crecido e impetuoso río, y "más de un esforzado caballero tubo que forzar a nado las arremolinadas corrientes". Acémilas, provisiones y carruajes había que reparar sobre la marcha, así como los objetos y cruces y las mulas y jumentos se despeñaban y caían por los malos pasos y riscos del accidentado camino.
Dice Pedro Mártir de Anglería en su "Epistolario" que "ni el sol ni la luna fueron vistos durante todo este tormentoso y póstumo entierro-viaje, que los fieles seguidores de la Reina Católica hicieron en largo y sufrido viaje hasta su sepultura terrenal en la Granada recién reconquistada, y "sin embargo, ni un solo acompañante quiso abandonar el cuerpo querido y venerado".
Por fin dieron vista a la ciudad de Granada y su fértil vega el 17 de diciembre de 1504, después de veinte días de un borrascoso, tempestuoso y accidentado viaje fúnebre, y fue entonces cuando Pedro Patiño, teniente del Mayordomo Mayor de Doña Isabel, "que era como el aposentado de su postrer viaje", mandó hacer alto para reorganizar las filas de la triste comitiva, y al mismo tiempo "cubrir con nuevos paños el féretro" y con ello disimular así los desperfectos del prolongado temporal, y tomar también un breve y necesario descanso.
Allí mismo la intendencia real repartió sesenta hachones de cera, "que pesaban once arrobas, entre los de mayor alcurnia y encopetados del cortejo funerario", y en silenciosa y ordenada comitiva, entregaron los mortales restos de Doña Isabel de Trastámara, a los frailes de San Francisco de Granada, que levantaron dos túmulos, uno en la Puerta Elvira y el otro en el camino del Realejo, en los cuales "se consumieron quinientas setenta y tres varas de frisas negras, y ante ellas entonáronse solemnísimos responsos”
Las calles granadinas fueron alutadas y a su través "con muchas lágrimas y real pompa", según manifestó Pedraza, fue desfilando una interminable serie de caballeros, espoliques, criados y porteros, todos vestidos de bayeta de luto entre gallardetas de tafetán enarbolados sobre altísimos mástiles.
Granada y su Concejo no regatearon gastos, y ya dentro de las calles "el pueblo entero, rezando en voz alta, subió a la colina roja, desde las murallas hasta más allá del Campo de los Mártires, tras el triunfante pendón real, engalanado con flamantes borlas y cordones que pregonaban el paso de las cenizas de la victoriosa Señora de Andalucía".
En la que antes fue "Capilla real de los moros", en la Alhambra, estaba la "sepultura llana", que de acuerdo con lo dispuesto por la fallecida Reina Católica, se encontraba preparada como simple fosa de murete a base de ladrillos comunes, situados, "delante del altar mayor del franciscano cenobio". Enseguida se celebró un novenario de Misas y en él predicaron muchos obispos y arzobispos del Reino "alternando el altar con el púlpito".
Dicen los cronistas que en estos cultos se gastaron "más de setenta arrobas de cera virgen". Y allí en la soledad de las tumbas quedó ya el cadáver de la Reina, tan movido y zarandeado durante el accidentado y largo viaje-entierro desde la ferial Medina del Campo hasta la reconquistada Granada, y muy sola quedó hasta que junto a ella fueron puestos los restos mortales de su regio esposo D. Fernando, fallecido en 1516, el cual así lo dispuso a pesar de estar casado (por razones de Estado) con Germana de Foix, porque "el ayuntamiento que tuvieron viviendo e que nuestras ánimas espero en la Misericordia de Dios que terminan en el cielo lo tengan e representen nuestros cuerpos en el suelo".
Ya dijimos anteriormente que "la primera sepultura llana, siendo el hogar "post mortem" de Dª. Isabel I, la Católica, en 1504, y de su esposo en 1516, fue su lecho en la Capilla Real de los moros", y todo se fraguó en la mente de la Reina Católica durante la conquista de Granada y se trasladó a su ejemplar Testamento dictado en mortuorio ante Gaspar de Grizio, sobre la acera del "portillo o potrillo" de su ferial Plaza Mayor, consumándose en una " sepultura llana" sita delante del Altar Mayor del cenobio franciscano en la Alhambra granadina.
Por el toledano, de origen flamenco, Enrique Egas se construyó la Capilla Real, adosada al muro lateral de la Catedral de Granada; fue iniciada el 13 de septiembre de 1505, sobre idea y proyecto salido de la Reina Isabel en los últimos meses de su reinado. En la referida Capilla Real se conserva el cetro, la diadema y la espada "con que gobernó e impartió justicia", así como el Misal manuscrito que "perteneció a los Reyes Católicos", y también "ornamentos sagrados que bordó la misma Reina.
La puerta principal de acceso a esta Real Capilla lleva un arco semicircular entre dos pilares con un rey de armas cada uno; sobre dicho arco hay un establecimiento con querubines y un escudo de los Reyes Católicos en el que, como es lógico, campea el "águila de San Juan", y sobre el referido establecimiento tres hornacinas y sobre éstas el remate con pequeños círculos caldos y "las cifras" de Dª. Isabel y D. Fernando.
Repetimos que el escultor, Enrique Egeas (1455-1534), español de origen flamenco, es el autor y constructor de la Capilla Real, donde se encuentras los sepulcros de los Reyes Católicos Doña Isabel y Don Fernando, de estilo renacentista.
Ninguno de los sepulcros reales aquí detallados guardan los restos mortales de los nominados cuatro monarcas, que se hallan depositados en sencillos ataúdes bajo las bóvedas del humilde enterramiento, al pie de los cenotafios. El que contiene los restos mortales de la ínclita reina Isabel la Católica, fue abierto, no hace muchos meses para revisar como se encontraban, a fin de incorporar sus resultados al proceso de beatificación de la Reina Católica que abrió el Arzobispo de Valladolid, Dr. García Goldáraz, por encontrarse en su diócesis el lugar en que murió cristianamente Doña Isabel de Trastámara. Creemos que solo el tiempo y la fuerza de Dios omnipotente puede hacer el milagro de elevarla a los altares, ya que las fuerzas ultramontanas, con sus desmesuras y apoyos han desprestigiado su memoria y creado animadversión y falsas leyendas sobre la reina católica. Para terminar añadiremos que el que suscribe ha intervenido en este proceso de beatificación de la Reina Católica como uno de los veinticinco testigos del siglo, y cuya documentación completa, hace tiempo que se encuentra en Roma.